miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hierbas Fotos de Flores :hibizco rojo

Hierbas
¿Sabes como se llama esta flor... ?
Fotos de Flores-Galeria
Via:Banco de Imágenes Gratuitas
Fuente:Pixdaus
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viernes, 18 de septiembre de 2009

Jardines La Flor del Ceibo - Erythrina crista-galli L

Jardines

La flor del ceibo es la flor nacional de la República Argentina. También denominada seibo, seíbo o bucaré, fue declarada flor nacional argentina por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº13.847/42, del 22 de diciembre de 1942. De ahí que el 22 de Noviembre se celebra el día de la Flor Nacional. También es la flor nacional de nuestro país vecino la República Oriental del Uruguay.



El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín. Crece en las riberas del Paraná y del Río de La Plata, pero se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas a lo largo del país. La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo. Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.


Leyenda de la flor del ceibo
Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban, todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo feraz, silvestre, que bañaban las aguas oscuras del río barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba. Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, tanta era la belleza de su canto.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo. Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus esfuerzos por librarse aunque era ágil. La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela.
Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados, pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos. La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada. Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma pura y altiva de una raza que ya no existe.



Para ampliar información:
www.ambiente.gov.ar/?idarticulo=680 -

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Plantas Jardines en el Mar

Plantas Cuando se vive al lado del mar, o si se dispone de una casa con jardín en la costa para disfrutar durante las vacaciones, es necesario saber que la proximidad del océano afecta a las plantas. Contrarrestar sus efectos es fácil, basta con seleccionar los árboles, arbustos y flores más resistentes y dispensarles los cuidados apropiados. El principal problema del jardín junto al mar es que el salitre proveniente de él se deposita tanto en las plantas como en el suelo. El agua, que se pulveriza cuando rompen las olas en la playa, viaja con el viento y se posa en el primer obstáculo que se encuentra. Y si la fuerza del viento es muy fuerte y la arena de la playa es muy fina, junto a las gotitas de agua marina, viajan, además, granos de arena. En estas circunstancias, las plantas más frágiles sufren las peores consecuencias, ya que los granos de arena producen desperfectos en las mismas, el salitre les tapa los poros y la tierra se ensucia con la sal marina. El efecto producido en la planta es el mismo que se produciría si le faltara agua, aunque tenga bastante a su disposición. La sal sobrante, por ejemplo, se acumula en la punta de las hojas, quemándolas. Para combatir esta situación sólo hay que tomar una serie de medidas con respecto a la tierra o el agua. El terreno idóneo El terreno arenoso es la mejor elección, ya que el salitre no se acumula en la tierra. Si se opta por una superficie arcillosa, ha de tenerse en cuenta que, junto con la sal, en ella se formará una costra en el suelo que afectará, de forma muy negativa, a la vida de las plantas. Para el cultivo en tiestos o macetas, aunque se puede usar tierra de tipo arenosa, es más aconsejable utilizar un preparado para plantas que se comercializa en cualquier tienda especializada, que que es ligero y asegura una buena penetración del agua. En este aspecto, cabe destacar que la arena de la playa no debe utilizarse en ningún caso, ya que, además de estar prohibido por la ley, las sales que contienen son muy perjudiciales para los cultivos del jardín. Regar de forma adecuada Lo más indicado para regar es intentar recoger agua de lluvia. A pequeña escala, se puede utilizar cubos y palanganas. Por otro lado, hay personas que aprovechan el agua de lluvia que cae sobre sus tejados y discurre por los canalones, conduciéndola a un depósito. De cualquier forma, las plantas delicadas, tanto del jardín como interiores, han de regarse con agua embotellada o de lluvia. A la hora de hacerlo, hay que pulverizar el agua y mojar bien todas las partes verdes para limpiarlas del salitre acumulado. Para regar el jardín, lo más cómodo es hacerlo con aspersores. Con el riego por goteo, después de los años, aparecerán problemas de acumulación de sal en los orificios de salida y se tendrán que limpiar o sustituir. Los cuidados del césped Aunque muchos céspedes son sensibles a la sal y viven mal en primera línea de mar, algunas especies resisten mejor las condiciones adversas. Las más extendidas son las gramas, un césped rústico que consume menos agua y se siega poco, aunque amarillea con las temperaturas bajas del invierno. Se siembra a partir de primavera o se planta por esquejes. La variedad americana soporta más la sal y apenas amarillea, aunque haga frío. Sin embargo, al ser de hoja más gruesa, no resulta tan cómodo andar descalzo sobre él. Otra variedad, pero menos extendida, es la Zoysia japónica, un césped muy ornamental, que también consume poco agua y se riega poco. Sin embargo, una de las más utilizadas en zonas costeras, como la del sur de Barcelona, es la llamada grameta de Sitges o grameta de Vilanova, una variedad que proporciona abundante césped, del tipo normal y bastante resistente al agua. Combatir el salitre Una forma de evitarlo en una zona reducida es la construcción de una barrera física en la que choque el viento marino, preferiblemente permeable a totalmente opaca. La valla con brezo seco, por ejemplo, amortigua la fuerza del viento con más efectividad que una pared, ya que esta hace que el viento cree un remolino detrás. Cualquier seto vegetal creado con una planta resistente a la sal es igualmente efectivo. La planta deberá de ser de hoja persistente y que alcance cierta altura. La zona de detrás de la pantalla, que queda protegida del efecto del viento marino es, aproximadamente de una vez y media la altura que tenga la barrera. Las plantas más resistentes Como norma general, es importante no comprar plantas delicadas. Para orientarse, lo mejor es fijarse en las de los vecinos y en las que crecen en los jardines de los alrededores, eligiendo la que mejor se adapte al gusto de cada uno. Lo más seguro es que se trate de palmeras, tamarindos, bellasombras… aunque saber su nombre es bastante difícil, por lo que conviene coger un tallo o grabar su imagen en la memoria para, posteriormente, consultarlo con algún especialista. En cualquier caso, entre los árboles y arbustos más adecuados para estar cerca del mar se encuentran el ciprés, la morera, la palmera, el pino o el palmito. Otras plantas muy resistentes son el aloe, la artensia, todos los cactus, el geranio, el pitus o la yuca, entre otros.